Después del odio… la destrucción.
15 julio, 2012 Deja un comentario
En el año 3978 una nave espacial procedente de la Tierra realizó un aterrizaje forzoso en un planeta desconocido; los astronautas, al mando del coronel George Taylor, tras una serie de aventuras, descubren que han viajado al futuro y que ese planeta es la propia Tierra: los restos de una antigua civilización es lo único que queda de lo que ellos conocieron al iniciar el viaje espacial y que se extinguió por la incapacidad de manejar sus conflictos de una forma productiva.
Este era el argumento de la película original «El Planeta de los Simios»; pero de la misma forma simboliza lo que puede ocurrir en La Fresneda si el pacto del odio y el rencor no es capaz de dar un golpe de timón a su forma de gobernar el municipio.
Después de ocho meses sin un proyecto de gobierno y con unos acuerdos que siguen siendo secretos (pese a que se anunciara hace tiempo que se harían públicos), la forma de gobernar de Javi y José Ramón ha abierto una profunda brecha en la convivencia, incrementando los niveles de confrontación a extremos límites.
A la actual situación ha contribuido la ocultación de información hasta el mismo momento de ser presentada en el Pleno, la no convocatoria de comisiones informativas, la ruptura de cualquier forma de diálogo, la no inclusión en el orden del día de asuntos propuestos por el otro grupo municipal… pero, sobre todo, la búsqueda de un titular con el que hacer daño a quien se cree su oponente, sin escatimar en gastos: casi 20.000 Euros, cuando hace unos días se les dijo a padres y madres de alumnos del CRA que no se iba a destinar ni un solo euro a contribuir a la gratuidad de la educación de sus hij@s.
Quizás haya quien apoye el pacto del odio y el rencor porque ell@s mism@s estén vencidos por su propio odio y rencor; lo lamentable, es que hayan secuestrado la capacidad de decisión del Ayuntamiento y se afanen en seguir prolongando un pasado, en lugar de construir un espacio de futuro con esperanza e ilusión. Como decía el prisionero de quien mató el avecilla que mantenía su ilusión: a ese tipo de personas, «déle Dios mal galardón».
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